domingo, 10 de agosto de 2014

¿Eres el alumno perfecto? 7 claves para comprobarlo




Hoy se ha convertido en habitual que los alumnos -tanto en grado como en postgrado- sean enormemente exigentes con los docentes. No me parece mal, al contrario, porque sólo con exigencia es posible la mejora continua de lo que hacemos. 

Curiosamente, sin embargo, esta exigencia hacia el profesor no siempre va acompañada con un grado similar de autoexigencia. En realidad, mi percepción es que el "gap" entre una y otra, en general, tiende a ampliarse. Y, dado que considero que todos somos siempre maestros y estudiantes a la vez -tanto en el aula como fuera de ella- creo que vale la pena preguntarse qué hace falta para ser un buen alumno. Aquí van siete claves para ello.

¿Eres humilde?
El primer paso para cualquier tipo de aprendizaje es hacer una declaración solemne. Son sólo tres palabras: "yo no sé". Parece fácil pero no siempre la hacemos. En realidad, sólo se puede hacer si tenemos el ego bajo control para permitir que la humildad nos conceda el permiso para aprender. ¡Cuántas veces la declaración es "a mí qué me vas a contar; esto yo ya lo sé"! Abogo por una actitud de "sombrero amarillo" (Seis sombreros para pensar. Edward de Bono), te proporcionará una mirada positiva y te abrirá un mundo de posibilidades. Utiliza el "sombrero negro" con cuentagotas, que no sea tu atuendo habitual.

¿Participas?
La única manera que tiene el profesor de ajustar su discurso a los intereses de su audiencia es a través del diálogo. Así, las preguntas y comentarios de los alumnos son la brújula para que el docente se guíe en el infinito mar de las preferencias de sus alumnos. Por tanto, la participación es la clave para que el profesor sea capaz de ampliar y profundizar en aquello que el grupo considere más relevante.

¿Aportas?
Decía al principio que todos somos maestros y alumnos, al mismo tiempo. No conozco ningún docente que no me haya comentado lo mucho que aprende... dando clase. Es cierto... y viceversa. Todos los alumnos poseen conocimientos, experiencias e intuiciones. ¿Por qué no poner todo ello a disposición del grupo, profesor incluido? Ahora bien, es obligatorio hacerlo desde la generosidad, no desde el egoísmo. Porque el propósito es hacer una aportación genuina, no enseñar las plumas de pavo real.

¿Estás presente?
Aquí y ahora. Nada más existe. Estar presente con el físico, la mente, las emociones y el alma. O como me repetían mis padres: "estar con los cinco sentidos puestos". El facebook y el whatsapp pueden esperar al descanso o al final. ¿O has sucumbido definitivamente a su tiranía? ¡Qué diferencia entre los alumnos que "están completamente" y los que simplemente "han venido"!

¿Te ríes?
El grupo, al igual que un individuo, siente emociones. Y estas pueden ser favorecedoras del aprendizaje o no. ¿Cuál es tu contribución al bienestar emocional del grupo? Puedes hacer mucho, sobre todo, conectando con el sentido del humor tanto de profesores como de colegas. ¿Por qué motivo las clases no pueden ser divertidas? ¿Qué mérito tiene convertir lo serio en aburrido? El humor es una destreza que pone en juego nuestro hemisferio derecho y nos proporciona un funcionamiento holístico de nuestro cerebro. Piénsalo: disfrutando, aprendemos mejor (Humour is the most significant dimension of human brain. Edward de Bono).

¿Colaboras?
No creo que exista un docente que verdaderamente merezca tal denominación que no quiera que sus clases salgan lo mejor posible. Idealmente, que terminen con aplausos. Para ello, resulta de gran ayuda darle feedback al profesor para que introduzca mejoras en sus clases y al director para que siga evolucionando el programa para las próximas ediciones. Piensa que el programa y las clases que has disfrutado tú, son consecuencia de colaboraciones de anteriores alumnos.

En definitiva, ¿sientes compromiso?
Al final, todo esto se resume con una única palabra: compromiso. ¿Cuán fuerte es tu compromiso respecto a tu aprendizaje y tu crecimiento personal? ¿Sientes ansias por sacarle el máximo provecho a lo que estás estudiando, en términos de nuevos conocimientos, nuevas relaciones y nuevas competencias? En definitiva, si la formación es un instrumento al servicio de un objetivo personal y/o profesional, ¿qué tan comprometido/a estás con tu RETO?

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domingo, 3 de agosto de 2014

Un nuevo modelo docente de máster



Imagen de www.mundanuscoaching.co.uk














¿Cuál debería ser el modelo docente para un máster de hoy? A lo largo de los últimos meses, el equipo de dirección académica del máster de Marketing Directo y Digital de la UPF-Barcelona School of Management hemos estado trabajando en dar respuesta a esta pregunta.

El reto que hemos asumido es poner en marcha un nuevo modelo docente para la próxima edición de nuestro programa, que iniciaremos el 23 de setiembre. Tenemos, pues, deberes para las vacaciones. De todas formas, la arquitectura de la propuesta a formular ya está decidida. Aquí van sus líneas maestras.

Concebir el máster como servicio

Creo firmemente que la formación de postgrado es un instrumento, no un fin: una herramienta al servicio de los objetivos de progreso profesional de las personas. En consecuencia, un máster debería concebirse como un "servicio", no como un "producto". En otras palabras, todo debería empezar con la pregunta "y tú, ¿qué necesitas?" en lugar de con la afirmación "esto es lo que hay".

El reto aquí es diseñar el máster -contenidos y metodología docente- alrededor de un proyecto que el participante sienta como propio, no impuesto desde la dirección académica: qué conocimientos -y con qué profundidad- requiere el participante para llevarlo a cabo; qué competencias necesita desarrollar para su crecimiento profesional y personal; y qué director de proyecto -tutor o mentor- es el más adecuado para su acompañamiento.

Diseñar las sesiones lectivas como eventos

"¿Para qué tengo que ir a clase si puedo leerme lo que se explicará en mi tableta... cuándo y dónde quiera?". Este es el pensamiento imperante en nuestros participantes de hoy día. Y lo bueno del caso es que tienen razón. En efecto, creo que la única justificación para estar presente en el aula, en una fecha y hora determinadas es que "allí va a pasar algo y, si no voy, me lo perderé".

En este sentido, otra vez la aplicación de conceptos de Marketing puede ayudarnos a encontrar una alternativa útil. Se trata de concebir las sesiones lectivas presenciales como si fueran un evento. Y en publicidad, sabemos que para sacar el máximo jugo a un evento, debemos planificar el antes, el durante y el después. Estoy convencido que la presencialidad quedaría plenamente justificada si diseñáramos las sesiones como "eventos", no como "clases".

Reinterpretar al docente como facilitador

En un post anterior ("El profesor-coach"), ya expresé mi opinión al respecto de cuál pienso que debe ser el rol del docente en la actualidad. Mi compañero del equipo de dirección académica, Albert G. Pujadas (@qtorb), me hizo llegar un post del blog de Raúl García González (@conektio) en el que se describían las cuatro cualidades del nuevo profesor: "Los nuevos roles del profesor: hacker, DJ, coach y community manager".

Un artículo francamente inspirador -y retador- para quienes amamos la docencia. A la vista de estos cuatro roles, se me ocurren otros tantos valores sobre los que sustentar dichos nuevos roles:

  • el afán de superación, para seguir aprendiendo continuamente y desaprender lo inútil aprendido
  • la creatividad, para conectar conceptos e ideas que, presentados unidos, aporten algo nuevo
  • la humildad, para escuchar antes de hablar y poder reconocer los conocimientos del otro
  • la co-operación, para que entre en juego la inteligencia colectiva del grupo en el aprendizaje

En definitiva, poner al participante en el centro

Desde siempre, la principal ocupación de la dirección académica ha sido la elaboración del programa académico y la formación del claustro docente. Una vez hecho esto, el curso estaba a punto para ser iniciado. A pesar de que cada participante viene con un bagaje diferente de conocimientos, experiencias e intereses, el programa es el mismo para todos.

El gran reto para nosotros es, pues, pasar de un enfoque "producto" a un enfoque "cliente". O sea, aplicarnos lo que predicamos en nuestras clases de Marketing. En consecuencia, el camino a recorrer será el de la personalización de los contenidos, teniendo como punto de partida lo que el participante ya sabe y poniendo el foco en los conocimientos que necesita incorporar según sus intereses y aspiraciones profesionales. Pero eso, será en la fase dos de nuestro nuevo modelo docente.

En pocas palabras, como en la moda, debemos pasar de la "confección" a la "sastrería a medida". Una vez más, la evolución pasará, curiosamente, por recuperar las cosas buenas del pasado.