domingo, 6 de octubre de 2013

Humor y docencia














¿Te has aburrido en las clases del cole y de la universidad ? Muchas veces, ¿verdad? Y en la formación de tu empresa, ¿te sueles divertir? Pocas veces, ¿verdad? ¡Qué lástima que los participantes en una sesión formativa estén mirando el reloj para saber cuánto falta para irse... y no para saber el tiempo que les queda para seguir disfrutándola!

Y hablando de disfrutar, siempre me ha sorprendido la falta de sentido del humor de una buena mayoría de los docentes. ¿Piensan acaso que decir algo con cara seria hace que ello sea más trascendente? ¿Creen acaso que aparecer malhumorado favorece la atención de sus alumnos y facilita su aprendizaje? Son los docentes que no dan clase "a" o "con" sino "contra" sus pupilos. Una pena.

Lo reconozco: el sentido del humor es una de mis virtudes favoritas... en los demás y en mí mismo. Lo cultivo en todas mis relaciones: con la familia, los compañeros de trabajo, las amistades y, por descontado, con mis alumnos. Creo que es el mejor lubricante para que los engranajes de las complejas interrelaciones humanas funcionen fluidamente, sin griparse.

En clase, el sentido del humor es parte fundamental de mi metodología docente porque me aporta enormes utilidades. Aquí van siete de ellas:
  • ayuda a captar y mantener la atención de un público experto en desconectar cuando "aquí no pasa nada interesante";
  • favorece la conexión emocional entre el docente y sus alumnos porque reduce el gap psicológico entre ambos;
  • propicia la participación en clase porque reduce el miedo al error en público;
  • fomenta la colaboración entre los participantes porque crea una atmósfera lúdica;
  • facilita el aprendizaje de los conocimientos porque reduce la percepción de dificultad de la materia impartida;
  • reduce el absentismo a tus clases porque "con este nos lo pasamos bien";
  • finalmente, para el docente es mucho más agradecido ver cómo se ríen tus alumnos en clase... que verlos marcharse en el descanso.

Como la sal y la pimienta en gastronomía, es importante encontrar la dosis justa: si pecas por defecto, el plato sale soso, plano, gris; si pecas por exceso, lo echas a perder porque te impide degustar el verdadero sabor de sus ingredientes. Pasa lo mismo en clase: poco humor lleva al aburrimiento; demasiado humor, lleva a la banalización de los contenidos y, a menudo, a la pérdida de control del grupo.

¿Y cómo saber cuál es la medida exacta? En mi opinión, es un arte. No sé de ninguna receta. Sobre todo porque depende de la audiencia que se tenga en cada caso, de su estado anímico... y del tuyo, entre otros muchos factores.

Seguiré sobre este tema en futuras ocasiones. ¿Comentarios al respecto del humor en las aulas? ;-)

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