sábado, 2 de noviembre de 2013

Dimisión en Panrico

Jordi Fàbregas














Esta semana se ha materializado la dimisión de Jordi Fàbregas, Director General de Panrico. El apellido no es una azarosa coincidencia: sí, es mi hermano. Jordi ha dimitido por no estar de acuerdo con las decisiones que está tomando la propiedad de la empresa -el fondo de inversión Oaktree- ni con las formas que se están empleando.

Es bien conocido que España no es un país que destaque precisamente por la cantidad de dimisiones que se producen, ni en el ámbito de la alta dirección de las empresas ni, por descontado, en el político. Dimitir es algo inhabitual, un deporte con muy pocos practicantes. Precisamente por ello, la decisión de Jordi ha generado tanta estupefacción como apoyos. Por encima de todo, yo me he sentido enormemente orgulloso de mi hermano: ha dimitido por coherencia con sus principios y valores.

Hace tiempo leí una frase que me ha acompañado desde entonces: "no puedes decir cuáles son realmente tus principios hasta que te cuestan dinero". Cuánta gente alardea de valores sólidos hasta que defenderlos les toca el bolsillo. Justo en ese momento, se convierten en fans de la célebre frase del inmortal Groucho Marx: "Señora, estos son mis principios... pero si no le gustan, ¡tengo otros!". Genial.

¿Para qué sirve dimitir? Creo que para mucho. El camino hasta la dimisión sirve, como mínimo, en un triple ámbito. En primer lugar, sirve para hacerte una pregunta clave en la vida: y yo, ¿qué quiero?. Como dar respuesta a ese interrogante no es fácil, un buen atajo es decidir qué es lo que no quieres... que no es poco.

En segundo lugar, este viaje hacia tu interior, sirve para enfrentarte con tus emociones; principalmente, con una de ellas: el miedo. Miedo al "y después ¿qué?"; miedo a no ser capaz de salir adelante; miedo a la opinión social; miedo a cómo lo vivirán tu pareja, tus hijos, tu familia; en definitiva, miedo -pánico- a tomar esa decisión.

En tercer lugar, sirve para poner a prueba tu musculatura espiritual: ¿para qué he venido al mundo? ¿sobre qué principios y valores quiero sustentar mi existencia? ¿dónde están las líneas rojas que no quiero traspasar?

Por eso es tan sano dimitir... al menos una vez en la vida. Porque llegar a decir "basta" supone haber hecho esos deberes: decidiendo lo que no quieres para tu vida; no permitiendo que el miedo te atenace y escogiendo lo que está bien y lo que está mal para ti y los tuyos.

Un buen ejercicio vital. Prueba y verás.

2 comentarios:

  1. Para de decir tonterias, que dimitio cuando perdio el caso de los ERES, no cuando le propusieron hacer los ERES

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